lunes, 23 de abril de 2018

La Carolina



No faltaba mucho para llegar a Despeñaperros, pero lo bastante para gozar algunos recuerdos de su vida, acariciando al mismo tiempo la cabecita de aquella mujer que, tranquila y feliz, dormía recostada en su pierna derecha. ¡Qué ángulo mas gracioso y más femenino hacía todo su cuerpo acurrucado. Juan Ambición se reía de la ingenuidad de su primera cura; cura que le valió todo lo que era. Salía orgulloso del colegio porque había ganado un «Quijote» ; el premio más alto al cual un escolar carolinense podía aspirar. Un compañero de su misma edad—diez años—e hijo de minoro como él venía a darle un abrazo de enhorabuena. Tropezó, cayó y se hizo una rozadura bastante grande en la rodilla izquierda. El abrazo fué dado, a pesar del escándalo de la sangre. No hizo caso, y mal se vendó con un pañuelillo. —¡ Bah, «esto no es nada» bromeó, riéndose. Juan le aconsejó que se lo cuidara, «pues a lo mejor...». El herido le cortó el razonamiento con una carcajada y un título ; —Adiós, médico Días después tuvo que curarle Juan, porque «aquello criaba costra en falso y una infección horrible», con trozos de trapitos muy limpios empapados en agua oxigenada y polvo de iodo... Los compañeros de colegio le ratifícaron el título: —¡Juan Ambición es el mejor médico de La Carolina! Con agua y unos polvillos del diablo que huelen muy mal lo cura todo. Un día Juan.Ambición le dijo a su padre: —Padre, yo quiero ser médico para curar a todos los muchachos de La Carolina. Aquella petición venia a amargar más la situación de ánimo que le forjó el maestro: -Su hijo es inteligentísimo lo mejor de la escuela! Está en condiciones para hacer el ingreso en el Instituto, y al poder estudiar una carrera llegaría a ser un gran profesional, quién sabe si sería la honra de La Carolina y de España entera; y ¡quién sabe!, i quién sabe...! —Pero si yo soy un minero muy trabajado, y aunque no tengo más que un hijo el jornal no da para tanto. No puedo. No puedo. Cuanto antes lo pondré con un oficio, por si muero o me pasa algo en el hoyo... —i Qué lástima ! ¡ Qué lástima í —susurraba el maestro. —¿Quieres ser pintor?—le preguntó el padre, por contestarle algo. —Huertas a todo el mundo quiere hacerle pintor. ¿Por qué no me hace médico? Quiso reír su padre, pero no podía; una angustia bárbara le dominaba, y una idea fija... : ¡Que un hijo de un trabajador quiera ser..., no pueda ser lo que quiera! iCuántos hijos de ricos serán médicos, abogados, arquitectos, ingenieros... a la fuerza, sin tener condiciones para ello, por pura y ridícula vanidad y para martirio de los humanos. Aquella noche le esperaba lo imprevisto, En la calle de Olavide, cerca de la Casa del Pueblo, don Miguel Garibay le detuvo y le dijo sin preámbulos: --Se que tu hijo quiere ser médico. Lo sé por su maestro, como por él sé todo lo que vale. Hasta la cura —.v se echó a reír —que le ha hecho al hijo de Cancela. Tenlo todo preparado, que si tú quieres tu hijo estudia en Madrid el bachillerato y la carrera de Medicina. Vivirá allí con mi hermano Pedro. Una lágrima; la verdad: otra lagrima, iPara qué se va a ocultar otra lágrima!... Ninguno de los dos hombres pudieron mirarse; pero sus manos se estrecharon., Don Miguel Garibay, célebre escritor vasco, amante de Andalucía, en plena apoteosis de su arte, quiso hacer realidad lo que tantas veces v tan bellamente, forjó su fantasía. Juan Ambición besó, por último. sus recuerdos, con este puro beso de agradecimiento hacia su inolvidable protector don Miguel Garibay:
¡Don Miguel! ¡Don Miguel! usted fué para mi lo que debió ser la sociedad en general. Yo triunfé gracias a usted: pero, cuántos genios y cuántas glorias no han llegado a nada, porque no encontraron en su camino un hombre, cuando lo que debieron encontrar fué una Humanidad! El cirujano más afamado de Madrid y el que más tiempo dedicaba a los enfermos pobres, Juan Ambición, iba a gozar en La Carolina su último triunfo, trabajar incansablemente para curar a los trabajadores enfermos y para educar a los sanos en la lucha contra la enfermedad. Carmen Palma se despertó sobresaltada, y encarándosele graciosa y melosamente le dijo; —Pero hay que ver qué mala idea tienes. No me has despertado, y ya hemos pasado Despeñaperros. —Lo habrás soñado. Despeñaperros se les ofrecía con toda su grandiosa belleza, recogiendo sus picachos más altos esta hermosa e inolvidable frase de mujer, arropada con besos apasionados: —¡Dime, bien mío, que esto no es sueño, sino una realidad! Juan Ambición reía...,La Carolina: Minas de plomo; Cáncer de trabajadores. La Carolina: Un pueblo hermoso, sano, alegre, bien forjado, triunfando en sus calles la línea recta y en .sus plazas la curva bella e inteligente. No hay en La Carolina una curva torpe, muy a propósito para el romanticismo, porque La Carolina . no puede daros más que rectas bellísimas, rectas bellísimas que las convierten en dolorosas al llegar a sus minas; rectas limitadas con gruesos trazos rojos; camino sin antes llevar en sus formas el recuerdo de una salud, de una existencia; salud y existencia de seres que viven en la más absoluta paradoja: seres que buscan la muerte para encontrar la vida. Carolina entera, pueblo tan querido para mí posees un romanticismo inolvidable. Yo palpo día y noche, verano e invierno. Juan Ambición y Carmen Palma pasean por Molino de Viento. Molino de Viento es el patio de La Carolina, el perfumado y bello patio andaluz de La Carolina. Juan y Carmen no se sabe donde han robado eternidad;  La Carolina, muy cerca, satisfecha y esponjada como una madre que sabe a felicidad honrada de sus hijos, les hace un precioso y romántico fondo, como acariciándolos. ¿No oís como cruje la arena del paseo? El padre de Juan Ambición, haciendo esfuerzos sobrehumanos de minero viejo, va en busca de su hijo, corriendo, A su vejez corriendo? ¿Por quién? --Juan, Juan, ¡hijo mío! —Padre, qué ocurre ? —Leandro Vianos se ha puesto gravísimo. Un hombre, que es un médico, y un médico acariciado por la fama, hace también crujir la arena del paseo del Molino de Viento. Juan Ambición va corriendo para llegar antes a casa del enfermo. .Carmen Palma lleva húmedos los ojos, no se sabe si por el ser que está grave o por el ser que corre con ansia de salvarlo. El padre de .Juan Ambición reza esta letanía humana: —Otro minero... i Maldito plomo, cómo nos mata ! Juan Ambición tanto va corriendo que parece que vuela, vuela, pero no tanto como su pensamiento. Va diciéndose a sí mismo; —Desde pequeño quise ser médico para hacer bien a los zagales. De mayor, me alegraba estudiar Medicina porque podría salvar a muchos seres la vida. Hoy, que tanto bien he hecho ya, siendo solamente doctor en Medicina me considero un pigmeo. Quiero ayudar para que se forje poco a poco una sociedad mejor, donde a los nunca bastante queridos ancianos, a los pobres niños y los no menos pobres jóvenes, no les falte el pan del cuerpo y el del pensamiento. La Carolina es una ciudad, una bella ciudad, en cuyas venas corre sangre de trabajadores; ¡Bendita seas! .

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