miércoles, 30 de marzo de 2016

La revuelta de las barretinas

La revuelta de las barretinas (1687-1690) fue el mayor levantamiento rural en la España del siglo XVII. 

Como consecuencia de las continuas guerras con los franceses, el campesinado catalán nunca logró recuperarse por completo. Las reformas del conde de Oropesa supusieron solamente la recuperación de las clases dirigentes y comerciales. Su política no se notó de ninguna forma en el campo catalán, ni en los grandes propietarios ni en el campesinado más bajo. Por otra parte, durante el último tercio del siglo XVII,
La primera revuelta se produjo siendo virrey el marqués de Leganés  y la segunda  durante el periodo del marqués de Villahermosa como virrey.
            La primera parte comienza en 1687, un año que estuvo marcado por una mala cosecha y por la famosa plaga de langostas. En este contexto, tres miembros de la diputación escribieron una carta al rey el 20 de mayo de ese año donde reflejaban el estado en el que se encontraban los campos de Cataluña y la imposibilidad de la manutención de tropas. El virrey (el marqués de Leganés) les acusó de agitadores y ordenó la detención de los tres y su expulsión de la diputación.
En octubre del mismo año, Leganés mandó un destacamento de Caballería a Centelles, un pueblo próximo a Barcelona, porque se negaba a pagar la contribución establecida para la tropa. Durante la entrada al pueblo, un soldado mantuvo una discusión por motivo de una gallina con una mujer que llegó a las manos. Cuando la mujer fue golpeada, gritó “Via fora”, y enseguida se produjo el toque a somatén (campanadas de alerta vecinal). Los campesinos de los alrededores tomaron las armas y provocaron la huída de la caballería.
            La oposición al alojamiento de tropas de nuevo era una realidad en Barcelona así como la situación del campesinado, como refleja la siguiente carta:
            En quanto a la pobreza de los payeses que contribuyen, se refieren lástimas tales que hace lastimar y enternecer el corazón más duro; porque los ricos, como son los clérigos, caballeros, letrados y médicos, que cada uno desttos estados son sin número, son exemptos, y esta exepción la entienden en sus casas que no habitan, pareciéndoles que es carga real, y entre ellos concurren también los oficiales del Santo oficio, con que crece la carga del pobre payes, y el pobre soldado que tiene alojado también lo padece, siendo muchos que lo han de buscar de limosna para darle de comer, y este pecho dura de 36 a 37 años
            En abril de 1688 se produjo una nueva riña entre un soldado y la mujer de la casa donde estaba alojado. Esta vez tuvo lugar en San Pedro de Vilamajor (pueblo cercano a Barcelona como Centelles). Los campesinos acudieron al lugar cuando escucharon el somatén al grito de “visca la terra”. Rodearon Mataró y obligaron a toda la población a unirse a la movilización bajo la amenaza de quemar la casa de quien se opusiera. Posteriormente se dirigieron hacia Barcelona. Allí, ante el palacio de la Generalitat, plantearon cinco exigencias:
            1º Perdón general para los rebeldes
            2º Reajuste en la contribución militar
            3º Libertad para los tres miembros de la Diputació que redactaron la carta
            4º Libertad de un notario detenido
La audiencia aconsejó al virrey a no ceder a las pretensiones de los rebeldes. Ante ello, la muchedumbre acampó a las puertas de Barcelona para conseguir que Leganés cambiara de opinión. Mientras tanto, un amplio número de ciudades, Sabadell entre ellas, estaban sufriendo revueltas.          Sometido a la presión popular, el virrey anunció el perdón general a los diputados. Clave para ello también fue el hecho de que Barcelona se encontraba casi sin tropas.
La victoria de los barretines provocó que el gobierno central de Madrid sustituyera al virrey, el marqués de Leganés, por el duque de Villahermosa el 8 de junio de 1688.
El nuevo virrey consiguió apaciguar la tensión en otoño de 1688. Ese año la cosecha había sido la mejor desde hacía cuatro años. Pero se encontró un nuevo problema con la declaración de guerra a Francia en abril de 1689. Villahermosa se vio obligado a establecer un impuesto involuntario (donativo). Sin embargo, y como era de esperar, su rechazo se tradujo en forma de amenazas. Durante finales de abril empezaron a circular por las comarcas de Barcelona propaganda que manifestaba la oposición al donativo y a cualquier otra contribución no aprobada por las cortes del principado. Desde el gobierno central nunca se pensó en la convocación de cortes porque aún seguían muy presentes los sucesos de 1640. Es en este momento es cuando vemos que los campesinos estarán solos en este proceso, ya que fueron muchas autoridades quienes apoyaron la decisión de Madrid.         Así comenzaron las discrepancias entre la población rural y la urbana. El ayuntamiento de Barcelona publicó un manifiesto en que reflejaba su desaprobación de todo acto producido por los barretines. De esta manera se hacía pública la fidelidad al monarca por primera vez en la historia de Cataluña.      En junio de 1689 empezaron a llegar tropas españolas para reactivar la defensa fronteriza, lo que provocó que a Villahermosa no le quedara otra opción que restablecer el donativo. La revuelta de las barretinas empezaba a radicalizarse ya que desde marzo se estaba produciendo una auténtica persecución  hacia los líderes de la revuelta y hacia los considerados agitadores. El ejemplo más claro lo tenemos en un habitante de Centelles, Josep Castelló. Fue torturado y ejecutado. Acusado de persuadir a los campesinos para levantarse contra las contribuciones. En realidad, el único delito que había cometido era el ser originario de Centelles.
En enero de 1690 Villahermosa comenzó las represalias contra la población. En Sant Feliu de Llobregat. 500 soldados acabaron con la vida de más de 30 campesinos. El número no fue mayor gracias a que muchos consiguieron huir a las montañas.
La respuesta ante las represalias tuvo lugar en Moncada. Allí los campesinos cortaron el suministro hidráulico a Barcelona pero posteriormente se vieron obligados a restablecerlo ante una caballería formada por 200 hombres. La última respuesta de los barretines fue una nueva marcha a Barcelona bajo un cortejo de más de 8000 campesinos. Una carta de un corresponsal en Lérida describía así la marcha: Han tomado todos los caminos, con que no pasa nadie, y van enviando papeles por todos los lugares hasta el llano de Urgel, mandándoles que pena de la vida vayan los de 14 años arriba delante de Barcelona, donde se halla el exercito de la tierra. Los papeles van firmados con el nombre de la Terra.
Villahermosa  ordenó el ataque de los soldados contra la muchedumbre. Los campesinos lograron la retirada, pero Villahermosa logró el aplastamiento de los campesinos. El 30 de noviembre se levantó el cerco a Barcelona. La respuesta campesina ante la crueldad producida en Barcelona no se hizo de esperar y en localidades como Mataró, Sarriá o La Roca se enfrentaron a los soldados. Sin embargo, los campesinos, sin apenas ayuda de otras poblaciones, tuvieron que retirarse. En el mes de diciembre, el control territorial de las tropas era ya una realidad. En marzo de 1690 el rey Carlos II promulgó el Perdón General. El objetivo no era otro que apaciguar la situación siendo de conscientes de que no había que dejar de lado la práctica de castigos ejemplares. A Antoni Soler, un rico propietario de Santa Coloma de Gramenet caudillo durante los últimos actos de los barretines, fue degollado siendo su cabeza colgada en el palacio de la Generalitat.
La revuelta provocó el despertar de muchos otros pueblos de fuera de Cataluña. El levantamiento más importante fuera del principado fue el producido en el campo valenciano donde no se producían sublevaciones desde las germanías en 1521.
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