lunes, 14 de noviembre de 2016

El poder de la Iglesia

La iglesia católica masacró a los habitantes de Béziers por no someterse a la autoridad del Papa.


Una de las citas más famosas de la historia tuvo su origen en Béziers en el siglo XIII, durante la cruzada albigense. Considerada la ciudad como hereje al estar habitada por numerosos cátaros, el legado papal Arnaud AmauryAbad de Cîteaux y cabeza de la orden cisterciense, procedió a asediarla en el año 1209. Tras un breve sitio, los cruzados pudieron tomar las murallas de la ciudad y acceder a su interior, conquistándola. Según Cesáreo de Heisterbach, que escribió más de 50 años después de los hechos, el jefe cruzado Arnaud Amaury ordenó a sus soldados masacrar a todos los cátaros; cuando los oficiales preguntaron cómo diferenciar a los católicos de los herejes cátaros, a lo que el legado papal contestó: "Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos" y toda la población de la pequeña ciudad fue asesinada sin ningún tipo de distinción ni consideración. 

Mandó a la hoguera a quienes no creían en lo que ella imponía.




Desde Galileo Galilei hasta Juana de Arco. A día de hoy se cuentan por decenas los personajes destacados de la Historia que fueron perseguidos y ajusticiados por la Santa Inquisición, una institución creada en el siglo XIII cuya lucha contra los herejes se extendió durante más de seis siglos por países como Francia, Italia, España o Portugal. Ideada para combatir a todo aquel que se alejase de la fe que por entonces se proclamaba como oficial (además de aquellos que cometían algunos actos considerados como amorales), esta institución vivió su esplendor y su mayor barbarie durante la Edad Media. Sin embargo, por lo que es recordada en la actualidad no es solo por la cantidad de cadáveres que dejó a sus espaldas en Europa, sino por el uso de multitud de instrumentos de tortura capaces de arrancar una confesión a homosexuales, presuntas brujas o blasfemos. Entre los mismos destacaban algunos tan crueles como el potro (ideado para estirar los miembros de la víctima) o el castigo del agua (el cual creaba una severa sensación de ahogamiento en el reo). Todos ellos, al menos en España, dejaron de usarse el 4 de diciembre de 1808, día en que Napoleón Bonaparte abolió la Inquisición.

Utilizó la tortura para obligar a los herejes a retractarse y confesar.

Los acusados no tenían derecho a tener abogado, porque dado que eran enemigos de la religión católica, hubiera sido necesario que el abogado abogase contra Dios. Solamente estaban autorizados a recibir el consejo de un jurista que no formaba parte del personal de la Inquisición. Los acusados eran interrogados en sus celdas y luego sometidos a la tortura para que confesaran.
Los suplicios más comunes eran: El suplicio del agua y el del fuego. El acusado sometido a la tortura del agua estaba acostado con la cabeza más baja que los pies. El verdugo le introducía en el fondo de la garganta un pedazo de género fino mojado, uno de cuyos extremos le cubría la nariz, y luego echaba agua gota a gota con el fin de impedirle respirar. Sucedía a menudo, que al final del interrogatorio, cuando el verdugo retiraba el pedazo de género, éste estaba empapado de sangre de los vasos rotos por los esfuerzos que había hecho el desgraciado para poder respirar.

Antes de aplicar el suplicio del fuego, el verdugo frotaba los pies del paciente con aceite o tocino, y lo ponía delante de la llama, de modo que sus pies se agrietaban por la penetración de la grasa hirviendo.

Después de un plazo que variaba entre seis meses a seis años, se hacía la censura definitiva de las piezas del proceso, y los Inquisidores redactaban el juicio que el acusado solo debía conocer el día del auto de fe.
Sin embargo, el acusado era a veces admitido a escuchar la lectura del proceso hecho contra él y responder sobre ciertos puntos. Pero generalmente esta licencia sólo era una trampa para poner al prisionero en contradicción con lo que había dicho en su primer interrogatorio varios meses o varios años antes.
En el primer grado de culpabilidad, el acusado era declarado suspecto“ad cautelan”, y en segundo grado, “delevi”. En estos dos casos debía pronunciar la fórmula de abjuración de rodillas en el coro de la iglesia, y luego hacer penitencia según los ritos habituales.



Se opuso durante muchos años a la biología evolutiva

Promovió 9 cruzadas que dejaron millones de muertos.

Las Cruzadas eran campañas militares cuya misión era liberar la Tierra Santa de los impíos y pecadores, como se conoce: los musulmanes; pero también contra todo aquel cristiano que no fuera católico: cristianos ortodoxos, cátaros, valdenses, prusianos, judíos, valdenses…esto no nos ha de extrañar cuando las campañas son solicitadas por el Papa.
Como todo hecho histórico, los acontecimientos tienen siempre más de una causa, en este caso se arguye que además habían intereses económicos con el comercio de Asia, la expansión de la nobleza ávida de nuevos feudos y el interés de las iglesias occidentales tener el control de las orientales.
En la guerra civil, se pusieron del lado de los golpistas

Permitió el ascenso de Hitler al poder y firmó un acuerdo con él.
 La Santa Sede se había visto finalmente obligada a negociar con un partido al que había considerado anticristiano y enemigo de la Iglesia.
• El juramento de los obispos sometía a éstos al Estado y al gobierno del Reich, un hecho que habría sido impensable apenas unos meses antes.
• La Iglesia renunciaba a la actividad política, dejando manos libres a los nazis para operar a su antojo.
El acto de la firma tuvo lugar el 20 de julio de 1933. Los fir mantes fueron Von Papen, en representación del Estado alemán, y Pacelli, en la del Vaticano. Las declaraciones públicas fueron de gran satisfacción por ambas partes. En una carta a los miembros del partido fechada el 22 de julio,
Hitler se congratulaba diciendo:
«El tratado muestra al mundo entero, clara e inequívocamente, que la afirmación de que el nacionalsocialismo es hostil a la religión es falsa».
Por su parte, el nuncio Orsenigo celebró una misa solemne de acción de gracias en la catedral de Berlín, finalizándola con la entonación del Horst Wessel Lied, el himno del partido nazi:
Defendió por siglos la autoridad del varón

Fomenta la discriminación de gays y lesbianas


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