martes, 19 de enero de 2016

Los hijos del trabajo

EL ORDEN
DIARIO REPUBLICANO
Tarragona: Domingo 12 de Diciémbre de 1886

Los hijos del trabajo

Hubo un tiempo en que los pueblos divididos en castas y teniendo como ley la esclavitud, monopolizaron los privilegios y derechos, hollando los más sagrados de la humanidad. ¡Triste, pero natural aspecto de ia infancia de los pueblos!
La doctrina del Evangelio igualó las clases y rompió las cadenas de la esclavitud.
Desde entonces parece que el individuo, merced á sus propias fuerzas y sin ayuda de despreciables privilegios habria de alcanzar la posición.
¡Era pronto todavía! La humanidad no había terminado de purgarse de los errores y de las miserias que le son connaturales. El feudalismo y el pauperismo fueron las dos llagas sociales que nuevamente aparecieron y contra las que no se descubría pronto remedio. Las cruzadas dieron rudo golpe al feudalismo, la revolución francesa le destruyó hasta las últimas raices.   El pauperismo se aplacó merced á la caridad cristiana, decreció con el desarrollo de la industria y el comercio, pero no ha desaparecido totalmente, ni siquiera se vislumbra ia época en la que se vé únicamente una tendencia á hacerla desaparecer, revelada en todos los pueblos con el desarrollo de todas las fuentes de la rictividad y el ahorro.
Nuestra desgraciada nación, tan noble como poco práctica, se vé amenazada del pauperismo mucho más que ninguna otra por la poca protección que los gobiernos dispensan á los hijos del trabajo y por la escasa previsión de éstas.
Ninguna clase más digna de atención que la de que hablamos, no solo por poseer la virtud del trabajo, base angular de la prosperidad social; sí que también' por los inmensos trastornos á que puede dar lugar el abandonarla.
La sociedad Internacional, que hábilmente dirigida y con fines morales podría producir inmensas ventajas, influida como está por las malas pasiones, puede acarrear muchos males y ser una amenaza constante contra el orden y la industria; y para destruir esa sociedad no basta que contra ella se coaliguen los poderes y mucho menos los capitalistas.
Afán inútil sería querer detener los torrentes con altos diques, estos cederían a la fuerza continuada de las aguas ó los rebasarían inundando las orillas y causando mayores destrozos; inútil empeño habria de ser inteatar detener al rayo en su caída, la ígnea chispa convertiría en voladoras cenizas los obstáculos que á su paso se opusieran.
Al hombre solo le es dado encauzar las aguas y dirigir el rayo, pero no detenerlos en su natural camino.
Así, pues, no so tracen fuerzas que oponer á la Internacional, medios represivos con los que contener el clamor de venganza de la clase trabajadora; trátese de buscar remedio á su malestar y la asociación de obreros morirá por si sola ó por lo menos .mejorará su condición y, hasta quien sabe si podrá convertirse en una sociedad benéfica.
No estará, sin embargo, todo hecho cuidándose de las clases jornaleras, necesario es que se mejoren también las condiciones de los trabajadores
de la inteligencia. Dignos son también de que se les atienda, porque acaso es mas horrible su pobreza, mas desesperada su situación, y lo que es peor, carecen á veces de medios decorosos para remediarla.
La exagerada afición desarrollada pocos años hace á las carreras literarias, ha producido un esceso de doctores y licenciados. No negaremos que entre unos existen muchos cuyos títulos debieran romperse: abogado hay que no sabe diferenciar la acción de la corrupción, médico que no sabe mas remedios que los caseros; licenciado en Filosofía que no conoce á Krauíse, Espinosa, Balmes ni siquiera de oídas; pero al lado de estos se encuentran jóvenes de sólidos conocimientos, excelente inteligencia y cuyos esfuerzos se pierden en el vacío por falta de auxilio.
¡Cuántos hemos visto con dolor, partir á las Antillas en busca de un porvenir que no encontraban en su patria! ¡Cuántos otros aceptan destinos indecorosos á su carrera, apremiados por necesidades es del momento!
A pocos hemos visto abandonar la carrera en la que podían haber obtenido muchos lauros; algunas hacerse empleados; otros, los mas, han íngresado en los partidos políticos, sin fé y sin creencias, seguros de alcanzar por la intriga y
dudosos servicios lo que á su verdadero mérito se negaba.
Y menos mal los que por estos medios han logrado' cierto aproximado bienestar; ¡cuántos otros se consumen en serios estudios y penosos trabajos, sin lograr siquiera la esperanza, de venturoso porvenir!
Creemosos justo que los gobiernos,  las corporaciones y hasta los particulares, se acuerden que estos obreros de la inteligencia y como para los de la industria, se estudien los medios de mejorar su situación. 
El remedio, afortunadamente, no es tan difícil: con ampliar la oposiciones á muchos mas cargos, terminar la eterna ley de sanidad, aumentar el sueldo de empleados,suprimiendo los inútiles y dominando en todos el espiritu de justicia que excluya el favoritismo, los obreros de la inteligencia, se habrán salvado.

 F. O.

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